LA PERSEVERANCIA
Se dice que Temerlán, el gran conquistador tártaro que había nacido cerca de Samarcanda, sufrió en su vida muchas derrotas. Aquellas amargas experiencias las llevaba a cuestas sin poderse desprender de ellas. Había sido derrotado en seis batallas consecutivas. Tenía un buen ejército, pero en el momento de acción algo fallaba y se producía el desastre.
Afirman los historiadores que después de la sexta derrota, cabizbajo y meditabundo llegó el tártaro a su casa con el espíritu decaído. Y cuando llegó a su morada la encontró desolada y vacía. Todo había cambiado. La estancia estaba llena de suciedad e inmundicia. Hasta las arañas habían tendido sus redes.
Absorto en los problemas que lo asediaban se tiró en una banca que se hallaba en el pasillo, y se puso a meditar. Inconscientemente clavó la mirada en el cielo raso y vio que una araña intentaba formar su casa en medio de dos pilares. La tarea era muy dura. Los postes se hallaban retirados uno del otro y no podía enlazar su hilo. Varias veces trató de alcanzar su propósito, pero no llegaba a cumplirlo. Temerlán la observaba de cerca. Seis veces había fracasado en su intento, pero en el séptimo impulso logró alcanzar la victoria. Siguió colocando el hilo hasta completar la telaraña.
Temerlán dio un salto. Aquel arácnido le había enseñado una lección: la perseverancia. Fue una seguida y preparó a su ejército. Con nuevos bríos salió al combate y alcanzó la victoria. En la batalla de Aneira derrotó a Bayanceto, el gran sultán turco. Su triunfo repercutió en toda la tierra.
La perseverancia es una gran virtud. Nos enseña que con tesonera labor se pueden alcanzar grandes empresas y lograr inexpugnables cometidos. Al mundo no le importa cuántas veces una persona ha caído sino cuántas se ha levantado. Las victorias son las que cuentan, porque los fracasos son echados al olvido.
Sonria Henie, la muñeca noruega, hizo su debut en el hielo cuando apenas contaba once años de edad, durante los Juegos Olímpicos de invierno en 1924. Ya había ganado el campeonato en su tierra, pero al llegar a Chamonix, ciudad francesa al pie de Mont Blanc, quedó en último lugar por falta de experiencia y preparación adecuada. Después de aquella derrota, la niña se fue a casa, comenzó a estudiar ballet y a practicar todos los días durante siete horas. Su dedicación y perseverancia la colmaron de asombrosos resultados y de grandes victorias. En 1927, a la edad de catorce años, ganó su primer título mundial, y al año siguiente en St. Moritz, Suiza, obtuvo el primer campeonato olímpico. La victoria era suya dondequiera que iba. De esta logró alcanzar diez premios y tres campeonatos olímpicos consecutivos en ballet sobre hielo. Cuando se retiró a ejercer una profesión más productiva había alcanzado muchos reconocimientos en el mundo entero, y su fama se extendía por toda la tierra.
La perseverancia es una gran virtud. Y es mucho mayor el triunfo si se prosigue al blanco a pesar de los problemas, de las dificultades y de los aguijones en la carne. Los valientes, los que no retroceden ante el esfuerzo denodado, son los que obtienen la victoria.
Cuando Jesús estuvo en este mundo, en una de sus muchas reflexiones en su sermón profético, al indicar las señales de los tiempos, dejó impreso el siguiente consejo:”Más el que persevere hasta el fin, éste será salvo.”¡He aquí uno de los más poderosos factores para alcanzar a victoria¡
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